Es difícil medir la vida desde el momento presente en que se encuentra , quién en ello está pensando.
Pero basta tan sólo, acudir a nuestros antepasados más cercanos para valorar; tanto la distancia como la calidad de vida de ese periódo. Si te detienes a pensar
“¿Cuánto hemos cambiado? Tal vez, un somero recorrido por el “álbum familiar”, te puede contestar esa pregunta
o hacerte pensar que sí; hemos cambiado. Aunque el proceso que los llevó a verse distintos en su “presente”, nos llevaría a incursionar en la historia
y en todos los eventos que afectaron al ser humano durante el trascursos de sus vidas.
Eventos que en la mayoría de las veces, no están bajo nuestro control ni del control de nuestro sistema de gobierno, sino de la interrelación mundial de
todos los pueblos. Una guerra puede lastimarnos, aún sin participar en ella.
Una epidemia puede afectarnos, aún sin ser afectados directamente. Un terremoto puede afectarnos aún sin tocar nuestra tierra,
sólo porque vivimos en el mismo planeta. Entonces, sólo imagínese su efecto cuando todo esto verdaderamente, nos toca.
Hay otros eventos , que sólo tienen que ver con el ser humano y su interrelación con los demás, en
el orden de una escala social. Me
refiero, al sistema que controla
nuestras vidas directamente; estés fuera o estés dentro. El capitalismo, como lo conocemos tomó cientos de años en desarrollarse,
pero sus bases se crearon dentro de las familias de clase trabajadora que producían e intercambiaban entre sí, para lograr
su subsistencia. Lo que más tarde, convierte esta actividad en un sistema
de mercado en el cual estos servicios se producen, se compran y se venden por dinero.
Con el tiempo la producción de víveres y otras cosas comerciables, dependerán
de personas que en el proceso han logrado
acumular capital; herramienta necesaria para utilizar la clase trabajadora
para realizar ese trabajo por un salario. Aunque no te obliga, sí lo hace, al
verte obligado por la necesidad de obtener dinero. Moneda necesaria para el intercambio y la subsistencia.
Esta transformación económica irá afectando la imagen social de la mujer y su trabajo. Así que con el desarrollo
del capitalismo, la familia fue dejando de ser una unidad de producción y el
hombre se ve presionado a trabajar por un salario fuera del hogar, dejando a
los niños y a las mujeres como dependientes de este ingreso. Situación con alta
correlación con la inferioridad de la mujer, al ser subordinada al hombre, por tener poco o ningún acceso al mercado de empleos
por décadas.
Desde la mitad del siglo XIX en adelante, el feminismo ha
estado expresándose y discutiéndose públicamente, entre los sectores de clase media y la clase alta; a través de periódicos
y revistas que incluían predominantemente el tema de la mujer. La tradición feminista europea se hace visible a través de
estas publicaciones, insertándose así una tendencia liberal que influye marcadamente este periódo de la historia de Puerto
Rico. Eugenio María de Hostos, en una alocución sobre ;”La educación Científica
de la Mujer”, en Santiago de Chile, el 21 de julio de 1873; expresó lo siguiente: “Ser racional, la mujer es igual que el hombre: éste tiene el derecho de mejorar por el cultivo de sus facultades,
las condiciones de su vida física y moral ¿Por qué no ha de tenerlo la mujer?”.
Y aquí continúa , la vorágine que habrá de llevar a la mujer, a ser más significativa su presencia y sacar
de sus arrestos la fuerza necesaria para luchar contra un concepto histórico de debilidad, de ser menos creativa que el hombre y poco
estable. Uno de estos prejuicios, se convierte en una oportunidad, aunque menos remunerable; para tener acceso a la clase
asalariada.
Los años de turbulencia económica, definidos por la ley de oferta y demanda y condicionados además por los procesos históricos desde el
1898, (la Invasión Norteamericana), el establecimiento del Acta Foraker de 1900 y el Acta Jones de 1917, fijaron la atención de los Estados Unidos sobre los aspectos económicos
de la Isla; proveyendo el marco de ley para el máximo desarrollo del capitalismo. Todos los cambios económicos provistos iban encaminados a que la
mujer tuviera mayor participación en la economía. No era por desprendimiento, sino porque las mujeres tenía una capacidad
mayor para las industrias manufactureras por ser partes de sus detrezas tradicionales. Así, comienzan a ganar mayor terreno
al incorporarse al trabajo asalariado.
Los inversionistas se preguntaban: ¿Por qué aumenta más el empleo de mujeres, mientras descendía el de los
varones? Hasta comprender que las mujeres eran hábiles y productivas a quienes
se le podía ofrecer salarios más bajos que al hombre. Unido a un horario que rayaba en la explotación. La fortaleza para enfrentarse a esto, era pensar que ya estaban acostumbradas a trabajar mucho sin recibir salario alguno,
así que cualquier ingreso era mejor que ninguno. Con este impulso y la paciencia necesaria, entraron a una etapa que las hacia
muy capacitadas si superaraban el analfabetismo. Así, también los trabajadores de
de la industria y el comercio moderno debían ser alfabetizados y estar saludables para realizar un trabajo eficiente.
El gobierno comenzó a impulsar programas de educación y salud que abrirían nuevas oportunidades de empleo a la mujer puertorriqueña,
añadiendo éstos a los de la industria y el comercio. Así queda íntimamente vinculada la mujer al crecimiento industrial y
a la gestión de política pública.
No era coincidencia, sino que la mujer tradicionalmente era
asignada en la familia para cuidar y educar a los niños , atender los enfermos y servirle al hombre, lo que las hacia ideal
para las funciones de política pública. Sólo le faltaba lo que estaban a punto de recibir, una educación para cumplir de manera
más especializada, fuera del ámbito familiar. Pero ocuparía posiciones de menor
poder y con salarios más bajos. Todavía para el 1930, existía una pobreza extensa
entre las mujeres obreras, y se limitaban las profesiones a unas posiciones específicas,
razón por la cual encontramos muy pocas mujeres abogadas, farmaceúticas o doctoras en medicina; profesionales de mayor prestigio e ingresos.
Para darle una visión panorámica de la década del 30`y poder entender su impacto sicológico en la familia
puertorriqueña de aquel entonces, les presento esta simple reseña(1934) a continuación:
se considera este periódo como el de mayor crisis económica y agitación laboral de todo el siglo XX. Una economía que circula
sobre unos pocos productos agrícolas, en un lugar donde prevalece el latifundio cañèro, la ausencia de ayudas sociales, salarios
de menos de un dólar por dia de trabajo y viviendas inadecuadas. No es extraño, que desemboque en grandes movimientos de protestas y no quiero parecer sádico, pero hay que
añadir la existencia de una Depresión mundial y las consecuencias anteriores(1928)
y posteriores(1932) de unos huracanes que arrazaron las cosechas y dejaron sin
hogar a decenas de miles de familias, no pueden crear menos que desesperación.
En el 1934 la huelga del sector cañero culminó como la más dramática de una serie de protestas laborales, dispersas por toda
la Isla. Trabajadores y desempleados realizaron boicots y manifestaciones callejeras en protestas por las precarias
condiciones de vida en que se encontraban. Pero para agudizar más la situación esta huelga había sido iniciada contra las
pretenciones de los mismos líderes sindicales que firmaron un convenio con los dueños de centrales azucareras inaceptables para los trabajadores. Así que la confianza sólo señalaba hacia el
líder nacionalista Pedro Albizu Campos para que dirigiera el movimiento, por su carácter insobornable.
Durante las primeras décadas del siglo XX, aunque pareciera justo y razonable, la lucha por el derecho al voto de la mujer; fue una
batalla campal para éstas. Aún cuando en otros países (Australia,Nueva Zelandia y los Estados Unidos <1920>)muchas mujeres
disfrutaban de ese derecho. Y a pesar de las relaciones de territoriedad con los Estados Unidos, éste derecho no se hacía
extensivo a Puerto Rico. Así, que a la mujer le quedaba en esta tierra ;
un largo camino por recorrer.
Su camino
sería su objetivo de la igualdad
con el hombre, para obtener la participación en la vida social y política que le otorgaría su derecho al voto. No fue hasta
el 18 de abril de 1929, que se aprueba un derecho al voto limitado; que sólo beneficiaba a aquellas que supieran leer y escribir.
José de Diego expresó al respecto: “Las mujeres no necesitan más derecho, de los que ya tienen”.
Las razones
que se asoman a la memoria histórica de la posición de la mujer respecto al hombre, se veía como una justificación de la subordinación
de la mujer. Apoyada además, por los prejuicios y la falta de preparación para la vida pública; debido a su debilidad física y su falta de capacidad moral
e intelectual. Lo que señala como la única función de la mujer: la atención del hogar y la de su familia. Además de la posibilidad
de crear conflictos con sus esposos. Eran estas tácticas de rudeza y mundanas que se alejaban de la delicadeza ante la presencia
de su objetivo.
Los movimientos
obreros, el Partido Socialista, las organizaciones feministas-sufragistas y el cabildeo en el Congreso de los Estados Unidos
acortaron esta inmensa y sacrificada lucha de la mujer por obtener su derecho
al voto. No es hasta el 23 de marzo de 1935, cuando se le reconoce ese mismo
derecho a todas las mujeres puertorriqueñas. La década del 30, marcó el final de la época de luchas feministas en Puerto Rico.
Para las mujeres sufragistas, este reconocimiento cerró una etapa, muy importante para obtener una presencia firme, permanente
y efectiva en relación a sus aspiraciones.
En la década del 40. Se decía oficialmente
que el desempleo era el problema más crítico por su naturaleza estacional. Aún en el tiempo de más oportunidades de empleo,
pocas personas trabajaban, más de la mitad del tiempo, lo que representaba una
mayor carga económica para el trabajador. A este tiempo todavía, el gobernador era nombrado por los Estados Unidos, persona
que pocos conocían las necesidades de la Isla, poco menos les interesaban los problemas de ésta. Durante toda la década del
40’, la agricultura seguía siendo la actividad económica que más contribuía a los ingresos de Puerto Rico, aunque en
los años venideros continuaría mermando su im portancia.
Para
el 1946, se decidió que habría que cifrar las esperanzas en la industrialización. Veámos
este efecto en detalles: Desde el 1947(ya el gobernador podía ser elegido por el pueblo), la política de
desarrollo adoptada por gobierno de Puerto Rico, enfatizó la promoción de la inversión privada extranjera en la manufactura
como motor de arranque del desarrollo económico. El eje de esta política de industrialización ha sido la exención del pago
por impuestos sobre las ganancias provenientes de la actividad manufacturera,
que se someterá a un historial de modificaciones ( que el Congreso federal
le pondrá fin, en el 1996). En las décadas entre el 1950 a 1980, se observa una
constante reducción en el empleo de la mujer. Su reducción más dramática ocurrió en la década del 60; coincidiendo con la
declinación de la importancia de las industrias textiles y vestidos y con la promoción de nuevas industrias petroquímicas.
Contrario al patrón de la mujer, la porción del empleo de los hombres, provisto por la manufactura exhibe una tendencia constante
de crecimiento.
La innovación tecnológica y organizativa en los procesos productivos y de trabajo,
produce un cambio negativo en la demanda por la mano de obra femenina. Lo que crea un impacto también negativo; en el empleo
de las mujeres en la manufactura. Esto seguido por la automatización de la industria, reduce la mano de obra no diestra y
semi-diestra; cuyo resultado directo se encaminó a reducir las oportunidades de empleo de la mujer, Aunque sigue siendo considerada como una fuente de mano de obra barata.
En el 1980, se estrena un nuevo concepto
dentro de la industrialización; la “alta tecnología”(se considera
industria como robotica,biotecnología ,tecnología de rayo laser e industria aeroespacial).Frente a este nuevo reto, las mujeres
dominan el empleo dentro del segmento de la tecnología tradicional de la manufactura de exportación y representan un
número considerable del empleo del segmento de alta tecnología. Los hombres por su parte, dominan el segmento de industria
de orientación local y otras. Estas industrias proveen, en calculo simple; el 83% del total de empleo a mujeres, comparado
con un 53% de empleo para los hombres. Las mujeres siguen dominando el empleo en las industrias de exportación tecnológica
tradicional.
En el segmento de la alta tecnología , las mujeres se concentran en las industrias
de equipo eléctrico y electrónico e instrumentos científicos y profesionales donde el ensamblaje es el aspecto más importante de la producción. Los hombres dominan el empleo
de las industrias relacionadas con la producción o manejo de químicos y maquinaria no eléctrica. La concentración de la fuerza
de trabajo femenina en las industrias de alta tecnología refuerzan la noción de que éstas siguen siendo preferidas como fuente
de mano de obra barata en la línea de producción. El resto ya lo sabemos…
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Compilación
yredacción: cecangpr(B.A.E;M.A.) ( www.cecangpr.com)